El huracán Sandy dejó cuantiosas pérdidas a su paso por la provincia de Santiago de Cuba, fundamentalmente por vientos que se ensañaron con la infraestructura de la ciudad capital y otros territorios.
Sandy penetró en tierra cubana con categoría dos en la escala Saffir-Simpson (de un máximo de cinco) por playa Mar Verde, una zona costera a unos 15 kilómetros de la urbe.
La velocidad máxima sostenida de sus vientos alcanzó los 175 kilómetros por hora, con rachas superiores en ocasiones, y ese fue el principal elemento que provocó daños, temores y dolores.
Las lluvias no fueron copiosas, pero el viento y su atronador sonido lo estremecían todo, arrancando y derribando lo que podían.
Al amanecer, la población de más de medio millón de habitantes, penó por la devastación: las arterias principales -como las avenidas Garzón y las Américas- obstruidas por los árboles derribados, cientos de casas destruidas parcial o totalmente, techos de zinc, fibrocemento o tejas levantados, y daños en la infraestructura productiva, social y de servicios de magnitud invaluable por su cuantía.
Los testimonios refieren de unidades comerciales a las que el huracán arrancó cristales, puertas, ventanas y techos, edificios de 18 plantas que se estremecían como si estuvieron bajo los sismos característicos de la región, y pérdidas notables en la agricultura.
En la noche del miércoles, la ciudad y los restantes ocho municipios quedaron sin electricidad, y al mediodía del jueves se mantenía el panorama, aunque grupos electrógenos generaban para hospitales y centros vitales de la producción y los servicios.
Pero la pesadumbre y el dolor no han detenido a los santiagueros, enfrascados ya en los trabajos para recuperar lo perdido.
Daños causados por el paso del huracán Sandy en Santiago de Cuba, el 25 de octubre de 2012. (Foto: Miguel Rubiera Justiz/AIN)