UNIVERSIDAD DE LA HABANA
El 5 de enero de.1728 fue fundada la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de la Habana, que sesionaría con los frailes dominicos en el Convento de San Juan de Letrán, Obispo y Mercaderes, donde hoy una tarja en un obelisco con su campana recuerda tan trascendente hecho para la cultura cubana (aunque la campana mayor del antiguo Convento de Santo Domingo se conserva en el Edificio «Felipe Poey» de Ciencias Exactas en la Colina Universitaria en nuestro territorio), y radica el actual edificio del Ministerio de Educación.
Ya el 7 de mayo de.1902, la Universidad deviene prácticamente pionera del proceso que luego se llamaría de «restauración», en cuanto a aquellos elementos tradicionales e identitarios del casco histórico de la villa de San Gerónimo de la Habana y que durante el siglo XX, pasarían a ocupar terrenos en el más prometedor área del Vedado y sus inmediaciones, novedad que añorarían las clases más selectas del país y con menos posibilidades, todos los restantes sectores sociales.
En efecto, la colina donde se ubica entonces la Universidad había sido vinculada al Castillo del Príncipe que desde que se construyó en 1779, generó en su derredor una pequeña población que sobre todo al avanzar el siglo XIX y ya para el momento en que irrumpe la Universidad en el escenario local, miraba plenamente hacia el populoso y ostentoso Vedado al norte costero, en particular al reparto Medina, con quien compartiría sede; nos referimos, por supuesto, al Reparto Príncipe, en el que tantas veces ha sido incluida la Universidad de la Habana. Derivado del Castillo del Príncipe y en función de su mismo sistema militar defensivo, se había construido la Pirotecnia Militar, cuando en enero de 1896 se inaugura el Hospital «Alfonso XIII» para los españoles heridos en la guerra independentista cubana, lo cual fundamenta hasta entonces su vinculación con el Príncipe y toda la cultura en torno emanada.
Sin embargo, es la misma Universidad la que imprime una nueva cualidad al entorno comunitario inmediato, al incrementar la densidad de población flotante en el área a partir de la gran masa estudiantil que generaría, con lo cual deriva desde la Quinta de los Molinos (pionera al respecto desde 1834 cuando se inaugura con fines de paseo recreativo mediante la Alameda o Avenida de Carlos III, antes Camino Militar) hacia el norte, el desarrollo de la población flotante en el entorno urbano y social, la cual culminaría su auge apenas tres décadas después con el Hotel Nacional de Cuba y el máximo esplendor que ya desde entonces, y hasta la actualidad, alcanzaría la población flotante en Cuba desde la Rampa costera; por lo que la Universidad deviene un punto medio pero determinante en el desarrollo histórico, cultural y social en general de la población flotante que hasta la actualidad, determina la identidad de la barriada de la Rampa, ya en una nueva identidad con la que distancia del Príncipe a su colina.
Por supuesto, la Rampa de la Universidad difiere de la Rampa costera, pero no son los elementos identitarios del Reparto Príncipe los que provocan esta diferencia, sino otros bien disímiles: los de aquella barriada que se desarrollaba en el hoy municipio de Centro Habana, y que con el calor de los emigrantes que retornaban a Cuba tras el fin de las hostilidades por la gesta independentista, ya para 1898 extendían del lado occidental de la Calzada de Infanta la barriada de Cayo Hueso, con un nuevo casco histórico local precisamente donde se haya el Callejón o Pasaje de H. Upmann, alemán a cuya industria tabacalera se vinculaba en éste caso el sector que regresaba, al menos de forma distintiva.
He aquí una comunidad derivada de Cayo Hueso que del otro lado de Infanta, buscaría su propia identidad a desarrollar paralelamente a Cayo Hueso; identidad que proporcionaría de manera definitoria la propia Universidad de la Habana cuando su Escalinata decide abrirse majestuosa a ella, inundada a su vez por las casas estudiantiles emanadas de la propia presencia universitaria, y que por lo mismo, comenzaría a ser llamada como el barrio de la Universidad, al que por derecho propio cabe integrar, por supuesto, su antecedente en la Quinta de los Molinos, aunque siempre con sus propias particularidades. Pero sin dudas, al margen de esta vinculación con el urbanismo y la comunidad inmediata, la Universidad implica un micro mundo arquitectónico, urbano y comunitario en sí mismo bien distintivo y complejo, con su propia identidad.
Al instalarse la Universidad en su nueva colina, la Pirotecnia mostraba albergues de madera construidos rápidamente por los soldados del Ejército Interventor de los Estados Unidos, pero ya entre 1905 y 1940 ha cambiado absolutamente todo el paisaje de la colina, a la que se adaptarían la Escalinata y el muro perimetral, construidos hacia 1927 por la Secretaría de Obras Públicas, intento de la demagogia machadista por ganarse al rebelde estudiantado universitario.
Ya para entonces regía la cima de la colina el Alma Mater o «madre nutricia» de la sabiduría y el intelecto, la tan identitaria escultura en bronce casi en tamaño natural que sobre un pedestal de piedra, muestra una figura femenina sentada vestida al estilo griego con túnica de mangas largas, cabeza descubierta y brazos extendidos hacia ambos lados, abiertas las manos en actitud acogedora; el rostro tuvo como modelo a una hermosa joven de los sectores acomodados con toda la nobleza de sus facciones, mientras el cuerpo, que debía rebosar el vigor que nutriría a todo el estudiantado, era el de una mestiza de mayor edad y experiencia… conjunción que no fue muy bien vista por algunos sectores del hipócrita puritanismo que reinaba en la alta sociedad de antaño. A ambos lados, presenta seis bajorrelieves, y fue una obra realizada en Italia para emplazarse aquí por el escultor checo Mario Korbel.
Desde inicios de la República se adaptaron los viejos edificios a las necesidades docentes, construyeron otros nuevos y se embelleció y arregló funcionalmente todo lo comprendido en el recinto universitario. Es imposible en un trabajo como éste detenernos paso a paso en todas y cada una de sus construcciones y rincones, que bien lo El primero de todos, ya en 1911, es el Aula Magna, a la que se vinculan arquitectos como Francisco Ramírez Ovando y Emilio Heredia, los murales decorativos de Armando Menocal y numerosos recuerdos históricos; de 1916 son la Escuela de Física y la merecería, pero al menos sí indicaremos algunos de sus momentos y ejemplos más significativos.
Escuela de Química, ambas del arquitecto Enrique Martínez, a quien también se debe en 1921 el Edificio de la Administración Central, y en 1918 se considera concluida la más alta expresión del neoclásico a cuyo interior se encuentra la tarja al profesor Ramiro Valdés Daussá, asesinado en 1940 por enemigos de la Universidad: el Rectorado con su frontispicio grecolatino, su estilo clásico más moderno, ornamentos de puro estilo romano, mientras que el período de 1919 a 1927, como ya sabemos, se completa por el Alma Máter y la Escalinata Universitaria.
De 1927 es la Escuela de Derecho, por el arquitecto Benjamín de la Vega, más moderada en la línea clásica aunque conserva la reciedumbre de las construcciones forales romanas, y la Escuela de Ingenieros y Arquitectos, espaciosa y gallarda, de los arquitectos Moenck y Quintana, y para 1928, al calor de la jardinería que el francés Forestier concebía en su plan urbanístico para la Cuba del Machadato, y fundamentalmente para la Habana, se desarrollan las terrazas, caminos y jardines de la Universidad, con el arquitecto César Guerra. Entre ellos vale destacar el jardín derecho de la Escuela de Derecho, cuya plaza se denominaría más tarde Plaza Lidice, en memoria de las víctimas de esta masacre hitleriana de 1942 en Checoslovaquia, y se conserva asimismo un monumento a José Martí; o aquel otro con bustos de importantes científicos y personalidades de la cultura cubana.
Está además aquel lateral de áreas verdes con bustos escultóricos de ilustres pensadores del país que, un irreverente humor estudiantil ha dado en llamar tradicionalmente, «Parque de los Cabezones», cuando es realmente el Jardín de la Fama. Y por supuesto, la Plaza que heredó el apellido del Rector bajo la cual se construyó – Cadenas – y que hoy se llama Agramonte, con sus bancos, jardines y laureles, como centro urbanístico del recinto. Allí la Tanqueta Universitaria simboliza hoy la lucha que sostuvieron los estudiantes en las montañas de Cuba contra la dictadura.
Precisamente con la Plaza Agramonte colinda la Biblioteca General de la Universidad, llamada «Rubén Martínez Villena», obra del célebre arquitecto y estudioso de la arquitectura, Joaquín E. Weiss, en cuyos bajos radica la Sala de Lectura de Lengua Inglesa «William Shakespeare», recientemente incorporada; y en el mismo año 1937, Luis Dauval construye la Escuela de Educación, y la de Filosofía y Letras, para incorporarse en 1939 la Escuela de Ciencias del arquitecto Pedro Martínez Inclán, quien en 1940 agregaría la de Ciencias Comerciales y la de Farmacia.
La Universidad no cabía ya, evidentemente, en tan estrecha área: en 1937, fuera del recinto, Moenck y Quintana construyen la Escuela de Medicina de la Universidad de la Habana con la entrada hacia 25 entre J e I, adosado así al Hospital Calixto García que ya había sido declarado adjunto a la Universidad, precisamente, para los estudiantes de las Ciencias Médicas. Y en 1939, no por casualidad hacia el histórico Jardín Botánico de la Quinta de los Molinos, otrora Quinta de Recreo de los Capitanes Generales, el arquitecto Aquiles Capablanca realizó su proyecto neobarroco como Escuela de Agronomía, hoy Facultad de Tecnología y Energía Nuclear.
La misma Avenida de Carlos III sirvió para reforzar el área universitaria en 1944, al instalarse en ambos extremos de la Quinta de los Molinos la Escuela de Odontología hacia G o Avenida de los Presidentes al confluir a Zapata, proyecto de Esteban Rodríguez Catells, y hacia Infanta la de Veterinaria, obra de Manuel Tapia Ruano. No se podría obviar tampoco el Stadium Universitario que hoy lleva el nombre de Juan Abrahantes, fundamental en la historia de la cultura deportiva cubana desde los Juegos Inter – años y los Caribes – nombre incluso polemizado en cuanto al símbolo de dicho etnónimo, pero aceptado finalmente y oficializado – y su vinculación más allá con las luchas de todo tipo de nuestro pueblo.
Es tanta la historia y la riqueza cultural que se encierra en tan ceñido espacio, tantos los nombres vitales de las luchas estudiantiles de siempre, de la historia y la intelectualidad cubana e incluso internacional aquí implícitos, que no es posible resumirla en algunas cuartillas, sino dejar simplemente estas notas al vuelo; aun se mantiene el Anfiteatro Varona en el edificio que todos llaman Pedagógico, y el Edificio Felipe Poey (Facultad de Ciencias Exactas) conserva la urna cineraria de tan trascendente científico habanero sobre un magnífico soporte de columnas y pequeño laurel de fondo, además del Museo Antropológico Montané y el Museo Histórico de la Universidad de la Habana… no es de extrañar, pues, que como colofón que a un tiempo rinde justicia a todo lo anterior, la Universidad de la Habana haya sido oficialmente reconocida Monumento Nacional.